![]()
CUBA SÍ,
CASTRO NO (Parte I de II)
Por
Francisco H. Tabernilla
Los candidatos
presidenciales de los Estados Unidos acostumbran visitar Miami y la mayoría de
ellos proclaman la concebida frase “Cuba sí, Castro no”. Diez presidentes han
ejercido sus funciones en estos 49 años de tiranía totalitaria, comunista y
brutal en Cuba y el tirano Fidel Castro sigue en el poder con el beneplácito o
la indiferencia de gobiernos democráticos que no se atreven a rozar el singular
sistema que ha destruido las raíces morales y espirituales, económicas y constructivas
de la nación cubana.
Han llegado a mis manos los apuntes personales del
presidente Ronald Reagan
(1911 - 2004) que descubren un fértil terreno de interrogantes sobre la
política de Estados Unidos hacia Cuba escrito por el periodista de El Nuevo Herald, Wilfredo Cancio Isla y
publicados el pasado 9 de septiembre 2007.
¿Fueron exagerados los temores de Fidel Castro sobre la
amenaza que representó para Cuba la llegada de Reagan
a la Casa Blanca en 1981? ¿Utilizó el castrismo el fantasma bélico del reaganismo con fines propagandísticos? ¿Había alguna razón
fundamentada para que Castro decidiera gastar millonarios recursos en la creación de las llamadas Milicias de Tropas
Territoriales (MTT) e instaurara la estrategia de la “guerra de todo el pueblo”
a lo largo de la isla?
Al menos por lo que rebelan las 767 páginas del Diario de Reagan (Harper
Collins, 2007),
nos dice Cancio Isla, la algarabía movilizando
al pueblo cubano para una inminente invasión estadounidense fue un episodio más
de la política de distracción esgrimida por Castro para cohesionar fuerzas
frente al poderoso enemigo externo y desviar la atención de los acuciantes
problemas domésticos.
El diario recoge hechos,
ideas, confesiones y meros apuntes escritos por Reagan
desde su juramentación presidencial hasta la entrega del puesto a su sucesor, George H. Bush, el 20 de enero de
1989. Ocho años en los que transcurren acontecimientos capitales para Cuba y su
futuro: la invasión de tropas norteamericanas en Granada, el nacimiento de
Radio Martí, el proceso transformador del comunismo soviético y el
desmoronamiento de los regímenes totalitarios del Este europeo, y la firma de
los acuerdos de paz que determinaron la salida de tropas cubanas de África.
Pero ninguno de estos sucesos estremecedores parecieron perturbar la serenidad y la voluntad de
negociadora de Reagan respecto a Cuba. Más allá de la
imagen del cowboy
desafiante que se
encargó de perfilar la propaganda castrista, el cuadragésimo presidente de
Estados Unidos se revela en estas páginas íntimas como un hombre razonable y
cauteloso interesado en abrir cauces de entendimiento entre Washington y La
Habana, y dispuesto a buscar una salida pacífica para devolver a Cuba al
concierto de naciones democráticas en el continente, aunque firme e indubitable
a la hora de conjurar la influencia cubana en América Latina.
Sus primeros apuntes en el diario evidencian que Reagan no tenía previsto ningún plan agresivo contra Cuba
cuando se instaló en la Oficina Oval. “Castro está muy preocupado conmigo. Yo
estoy muy preocupado porque no podemos hallar algo que justifique sus
preocupaciones”, escribió Reagan el 11 de febrero de
1981. Para esa fecha el “gran problema cubano” que encara Reagan
es otro muy diferente heredado de la administración de Jimmy
Carter. El 18 de mayo de 1981 reflexiona tras
escuchar el informe del grupo especial para asuntos de inmigración: “Nuestro
primer problema es qué hacer con los miles de cubanos –criminales y enfermos
mentales- que Castro envió en los botes de refugiados durante el éxodo del Mariel, en 1980. La preocupación vuelve a asaltarle durante
una sesión del gabinete sobre el tema migratorio: “Los haitianos y los
criminales cubanos que Castro mandó mezclados entre los refugiados: nuestros
dos problemas mayores” .
Un año después, al finalizar una reunión del Consejo de
Seguridad Nacional se discute cómo lidiar con los 3,000 prisioneros cubanos que
permanecen en las cárceles estadounidenses. “Ellos tienen récord criminal y
antecedentes de problemas mentales. Son realmente violentos y evidentemente
fueron liberados de prisiones y hospitales sólo para lanzarlos como basura
sobre nosotros”, anotó el 26 de febrero de 1982. “Un juez amenaza con
liberarlos y reinsertarlos en la sociedad.. El
problema aún no resuelto, es cómo lograr que retornen a Cuba”
.
En mayo de 1980 el Consejo de Seguridad Interamericano
había dado a conocer el documento conocido como Santa Fe I, una propuesta para convertir las relaciones entre los
dos países hemisféricos en “una espada del poder global de Estados Unidos” .
Los planteamientos estratégicos de Santa Fe I recomendaban acciones punitivas contra el régimen
castrista y señalaban como inaceptable para Estados Unidos la aceptación de
Cuba “como estado vasallo de los soviéticos”. Castro utilizó el documento para
avivar una mentalidad de guerra entre la población y retornar a los días
gloriosos de las milicias populares, renombrada ahora como Milicias de Tropas
Territoriales. (Continuará)
000ooo000
9/24/07