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PRINCIPIO Y FIN DEL MITO FIDELISTA

Por

Francisco H. Tabernilla

 

 

Principio y fin del mito fidelista (2008) es el título del libro del cubanoamericano, José Alvarez, publicado por Trafford Publishing, en Canadá. Sus estudios se adentran en un tema hasta ahora inexplorado por la historiografía de la revolución castrista : el origen, flujo y magnitud de los recursos financieros con que contó el Movimiento 26 de Julio para desplegar sus acciones en las montañas de la Sierra Maestra y la resistencia clandestina urbana, según análisis del periodista Wilfredo Cancio Isla.

          Alvarez no es un investigador ajeno al proceso revolucionario. En 1955 fue fundador del M-26-7 en Antilla, en la zona oriental del país, y conspiró en la clandestinidad en Santiago de Cuba. Desilusionado por la “mentira revolucionaria”, rompió con el régimen en 1961 y cumplió trabajos forzados antes de abandonar la isla en 1969. En 1977 obtuvo un doctorado en Economía Agrícola en la Universidad de la Florida,  donde ejerció la docencia por casi 30 años.

          “Uno de los mitos del proceso revolucionario aún es la leyenda tejida en torno a Fidel Castro como un Robin Hood seguido por 12 guerrilleros harapientos y desarmados”, consideró Alvarez, quien es Profesor Emérito de UF. “Definitivamente esta no era una guerrilla pobre; lo fue sólo en los primeros meses, pero después el dinero corrió en exceso al punto de poder equipararlo con los recursos de las fuerzas gubernamentales. La cifra corroborada a partir de documentos históricos y testimonios de los protagonistas es al menos de $35.6 millones, lo que equivaldría a unos $250 millones del dinero actual. En 1958 el peso cubano se cotizaba a la par del dólar estadounidense. Alrededor de dos terceras partes de esos ingresos procedían de los impuestos cobrados por el Ejército Rebelde en la etapa final de la guerra.

          Tras el derrocamiento del régimen de Fulgencio Batista, existía una reserva de unos $5 millones guardados celosamente por Celia Sánchez, asistenta personal de Fidel Castro, en una caja de metal colocada en el piso que ocupaba la dirección revolucionaria en el Hotel Hilton (rebautizado luego como Hotel Habana Libre). “Lo descubierto es sólo la punta del témpano de hielo”, aseveró Alvarez en reciente entrevista con El Nuevo Herald. “La cifra real debe superar con creces los cientos de millones en aquella época”.

El académico explicó que su estudio para esclarecer “el misterio de las finanzas del M-26-7 se prolongó por los últimos 20 años, rompiendo todas las evidencias existentes sobre ingresos y gastos incurridos en la lucha revolucionaria entre 1953 y 1958. La investigación se sustenta en más de 400 referencias de papelería y documentos de la época; más de la mitad de los textos citados pertenece a autores que viven y publican en Cuba. No pudieron hallarse, sin embargo, los registros financieros de Raúl Chibás y Haydée Santamaría, quienes figuraron como tesoreros del M-26-7. “No hay una sola cifra sacada de especulaciones”, enfatizó. “Traté de ser objetivo dentro de lo que mi trauma de decepción me lo permite”.

          El estimado de $35 millones representa más del 10 por ciento del presupuesto nacional para el año fiscal 1956-1957 ($339.4 millones) y el 46 por ciento de los gastos asignados para la Defensa, que fueron entonces de $77.4 millones.

          “Aunque el propio Fidel Castro reconoció en 1958 haber recibido ayuda financiera en efectivo tanto de los cubanos pudientes como de los pobres, es obvio que el dinero que se manejaba para mantener las columnas en cuatro frentes orientales y otros tres en el resto de la isla tenía que venir de otras fuentes”, expresó Alvarez, quien actualmente vive retirado en la ciudad de Wellington, Florida.

          “Existió orden y desorden en la administración de las finanzas, manifestó Alvarez. “Mientras los principales organizadores del M-26-7, y Frank País –líder de la resistencia en el llano asesinado en 1957-  ponían especial cuidado en documentos de ingresos y egresos, Fidel Castro tenía grandes sumas de dinero bajo su control y las administraba a su antojo”. Castro determinó una contribución de 15 centavos por cada saco de azúcar de 250 libras. A cambio el Ejército Rebelde se comprometía a garantizar la seguridad de las propiedades y el bienestar del colono. En una carta enviada el 16 de septiembre de 1958 a Julián Zulueta, representante de la banca nacional y extranjera, Castro le informa de una “contribución inexcusable” que tendrá que pagar el sector bancario y los acusa de ser en parte responsables por el mantenimiento del régimen batistiano. La suma impuesta fue de $1 millón y debía ser pagada con carácter obligatorio antes del 30 de septiembre de ese año. Como incentivo Castro le ofreció a Zulueta interceder con el futuro presidente de la República para que dedujera ese aporte de la obligación fiscal, una vez instalado el gobierno revolucionario.

Como todos sabemos –agregamos- Fidel Castro no cumplió con nada de lo prometido sino que arrasó con las propiedades de todos los cubanos y  extranjeros,  la banca, los centrales azucareros, en fin, con todo lo que valía en Cuba adueñándose de la isla como propiedad privada de él, fusilando a miles de inocentes sólo para implantar el terror y poder someter al pueblo cubano al comunismo ante la indiferencia de las naciones libres e implantar la tiranía más brutal y degradante que ha conocido la América nuestra.

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8/25/08

 

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