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50 AÑOS: DESTRUCCIÓN, CORRUPCIÓN Y MISERIA

Por

Francisco H. Tabernilla

 

 

¿Quien lo iba a decir? Un régimen que comenzó fusilando a miles de inocentes cubanos se haya mantenido en el poder por 50 años consecutivos. Y que un pueblo envilecido por la propaganda comunista clamara por ¡paredón! para sus hermanos. ¿Y quien no recuerda, si Fidel es comunista, que me pongan en la lista, y Fidel ésta es tu casa? ¿Y cuando despojó a todos los hombres de negocios de sus bienes y se apropió de todas las propiedades norteamericanas sin la debida compensación? Y para qué seguir, fue poco a poco apoderándose de todo lo que poseía el cubano en su patria producto del trabajo honrado hasta convertir la isla en una propiedad del estado y sus habitantes unos 11 millones en total, en “esclavos” al servicio de un gobernante sin escrúpulos al que le rinden pleitesía los organismos internacionales y los presidentes de la América Latina e inclusive recientemente lo incluyen en el Grupo de Río como si su nefasto régimen fuera ejemplo y pauta en la observación de los derechos humanos y los más elementales principios que debe disfrutar todo ciudadano donde se respete la dignidad plena del hombre.

El mayor fracaso de la revolución cubana está en la destrucción paulatina de la economía del país y el aparente descenso del nivel de consumo y de vida de los cubanos. Por eso muchos buscan logros para encontrar alguna justificación en un proceso cuyo costo total es sencillamente inconmensurable. Pero aún en este sector, ¿qué podemos decir de lo que lograron los cubanos en educación, salud, deportes y cultura? En estos 50 años el currículum educativo ha estado determinado por el gobierno, que mantiene un monopolio en todas las formas de la educación. No hay discusiones públicas sobre la política educativa y el currículum vitae en cualquier nivel está impregnado de elementos ideológicos y políticos, cuya enseñanza es obligatoria. En este aspecto, muchos opinan que en lugar de logros en la calidad de la educación ha habido retroceso, nos escribe Jorge A. Sanguinetty en su interesante estudio el balance de la Revolución: pocos logros a un costo demasiado alto, publicado en El Nuevo Herald diciembre 24 del 2008.

La desaparición de la Unión Soviética reveló la enorme dependencia económica y social que la revolución llegó a tener con Cuba, precisamente como resultado del deterioro de la economía cubana. Hasta fines de la década de los 80, Cuba recibía cada año el equivalente de miles de millones de dólares en subsidios que le permitían cubrir el déficit productivo y financiero de su economía. El país gastaba más de lo que producía y los soviéticos eran los que cubrían la diferencia para mantener a flote la economía cubana.

En materia de seguridad social el logro más importante consistió en asegurarle un empleo o pensión a todo trabajador, pero a un costo insostenible para la economía. Como la revolución convirtió al Estado cubano en el único empleador, a cada trabajador se le aseguró un puesto de trabajo en alguna oficina, taller, fábrica o granja, independientemente de su capacidad productiva.

El legado económico de 50 años de Fidel Castro es una Cuba endeudada, depauperada y productivamente postrada, con necesidades que se han ido acumulando durante cinco décadas. El legado también incluye más cubanos educados pero no sabemos cuán mejor educados, definitivamente no más saludables, ni mejor alimentados, vestidos o alojados. Los mayores beneficios de la revolución se concentran en unos pocos cubanos, principalmente los miembros mejor colocados del gobierno y sus familiares, mientras que los costos recaen en la mayoría de la población, en los que se fueron del país, en los que lo subsidian y en la descapitalización de la economía, especialmente su infraestructura. Con la información disponible, aunque fragmentada, parece que ningún país ex socialista comenzó su transición en condiciones tan deplorables, con tantos ciudadanos viviendo prácticamente en la indigencia regidos por un gobierno que sólo sabe pedir ayuda externa mientras la economía continúa descomponiéndose.

Con el ascenso de gobiernos izquierdistas en Latinoamérica a fines de 1990, las políticas y metas de La Habana en el Medio Oriente cobraron nuevo impulso al ser adoptadas por Hugo Chávez en Venezuela y por Luiz Inácio Lula da Silva en Brasil. El tema dominante cubano con el Medio Oriente fue la formación de alianzas antinorteamericanas que abarcasen todo el globo y la proyección de Chávez como figura internacional, sobre todo en el mundo islámico.

La magnitud y el dinamismo subversivo del castrismo, al convertir a la Gran Antilla en  la nación más influyente de Latinoamérica, resultó en extremo suicida para su economía y su pueblo que pagaron un precio exorbitante: la casi extinción de la nación. En palabras del historiador Andrew Conteh “ningún país del tamaño de Cuba y pocos con más recursos, pueden igualar la proyección mundial de la política exterior cubana”. Fidel Castro gastando millones de dólares en propaganda y subversión terrorista, las FARC de Colombia, las guerras en África,  indiscutiblemente logró su propósito de convertirse un “líder mundial”, pero el que ha tenido que pagar por su egocentrismo es el sufrido y depauperado pueblo cubano.

12/29/08

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