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Washington y La Habana
Por
Francisco H. Tabernilla
Ayer domingo 21 de enero, al terminar la Misa
dominical en la Iglesia de Santa Juliana tuve la oportunidad de saludar a un
buen amigo y al estrechar su mano me dijo: ¿Viste la toma de posesión del
Presidente Bush? Sí, le contesté. Entonces me agregó: “cuando terminó su
juramento, me arrodillé y con lágrimas en los ojos le di gracias a Dios por
haber salvado a esta nación”. Ese mismo pensamiento experimenté yo y le pedí
también por Cuba, le añadí. (Sé que sus lágrimas fueron por el sufrimiento de
todo aquel que ha perdido a su patria y reflejan también el dolor de un pueblo
sojuzgado por una abyecta y brutal tiranía).
Indiscutiblemente que los 25 votos electorales de
la Florida le dieron el triunfo a George Walker Bush y los cubanos exiliados
pusimos nuestro mejor empeño en que así fuera contribuyendo decisivamente a su
triunfo.
Este hecho tan significativo e importante como ha
sido el triunfo de George W. Bush cambiará por completo la situación política
en nuestra patria en relación con los
Estados Unidos. Se espera un recrudecimiento en las relaciones diplomáticas y
un vuelco a la política de entrega y acercamiento mantenida por la pasada
administración. El triunfo de Al Gore hubiera sido funesto para ambos países y
para los exiliados hubiera cerrado toda posibilidad y esperanza de ver a
nuestra patria libre en un futuro inmediato. El plan completo de apoyo y
reconocimiento estaba ya aprobado y había sido discutido por grandes hombres de
negocios y por los que han visitado al tirano en la isla prisión, que se
estaban afilando los dientes para obtener millonarias ganancias a expensas del
sacrificio del pueblo cubano.
La decisión, la fuerza y el carácter del
Presidente Bush y su gran sentido de
responsabilidad y entereza en cumplir sus promesas hacen que nuestro ánimo y nuestra fe –nunca perdidas- recobren
energías y vigor para cooperar a llevar a cabo un plan bien estudiado y
elaborado que dará al traste con el régimen más asesino y corrupto que ha
padecido la América nuestra.
Por eso el periodista Jorge Ramos que visitó a
Cuba nos escribe en su libro DETRÁS DE LA MÁSCARA: “El control represivo del
régimen castrista sobre sus ciudadanos se halla tan extendido que no es
necesario que haya policías o agentes de seguridad para evitar que la gente
hable. Los cubanos han interiorizado el miedo; cada cubano tiene su propio
policía metido en la cabeza. Todos sospechan de todos y lo único seguro es no
hablar. Cuba es una isla cargada de miedo”.
Como estoy leyendo este libro, para el próximo número trataré de
transcribir la entrevista que sostuvo con Fidel Castro en Guadalajara, México. Duró
un minuto y tres segundos terminando Ramos en el césped de un empujón que le
dio uno de los guardaespaldas del tirano.
Ahora es importante
señalar que el 12 de enero de este año
fueron detenidos dos ciudadanos checos en Cuba, el diputado Ivan Pilip y su
compatriota Jan Bubenk, acusados por las autoridades cubanas de “asociación a encaminada a provocar una
rebelión”. Alemania intervino a favor de ambos. Cuba respondió ayer a Alemania advirtiendo que rechaza toda
injerencia, presión e intimidación externa para poner en libertad a los dos
ciudadanos ya que fueron “sorprendidos mientras promovían la
subversión interna en el país”, a
“favor de los intereses de una potencia extranjera” y “han violado su
condición de turistas, sobre la base de la cual se les permitió la libre
entrada”. Josef Marsice, encargado de negocios checo en Cuba los visitó el
sábado y dijo que Pilip y Bubenik están en espera de asistencia legal. Han sido
separados y comparten celdas de seis
metros cuadrados, junto a otros tres prisioneros.
Los presidentes de Eslovaquia, Hungría y Polonia
se han unido al Presidente de la República Checa, Vaclav Havel en la protesta
por la arbitrariedad cometida por La Habana exigiendo la libertad de los
checos. Mientras, el tirano encabezó una marcha de cerca un millón de personas
frente a la Sección de Intereses de EU
en La Habana, en víspera de la toma de posesión del presidente de los Estados
Unidos George W. Bush, queriendo dar al mundo una sensación de fuerza de la que
carece.
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1/22/01