COMO NOS VEN LOS

AMERICANOS

Por

Francisco H. Tabernilla

 

 

El periódico The Palm Beah Post, domingo 19 de agosto, 2001, reproduce un artículo publicado en The New York Times, destacado enemigo del exilio cubano y la libertad de Cuba, escrito por William D. Rogers, ex asistente secretario de estado para Asuntos Interamericanos. Su artículo comienza diciendo que las autoridades de Miami tienen un extenso plan para ponerlo en práctica en el caso de que Fidel Castro abandone el poder. Esperan una gran fiesta…

Los exiliados cubanos bailaron cuando Castro se desmayó hace unas semanas. También esperaron esperanzados cuando Fidel tropezó celebrando sus 75 años en Venezuela y lo sostuvo el Presidente Chávez. El promedio de vida en Cuba para el hombre es 68.4 años. El padre de Castro vivió hasta los 83 y su madre mucho más. Castro siguió denunciando a Estados Unidos, bebió champagne y festejó hasta el amanecer. La fiesta en Miami tuvo que esperar otra vez.

La cuestión ahora es no cómo celebrar la inevitable fiesta. Sino qué hacer después de la partida que dejará un gran vacío. El ha dominado el país por más de cuatro décadas, gobernando más tiempo que otros dictadores del siglo pasado y, desde luego, que los líderes de cualquier democracia. Castro sobrevivió la invasión de 1200 hombres respaldados por la Marina de Estados Unidos, una confrontación nuclear que se acercó mucho a devastar la isla y los desesperados esfuerzos por derrocarlo de nueve presidentes americanos. Ahora está trabajando contra el décimo.

Por 42 años Castro ha tenido un poder absoluto, y cuando él se vaya se llevará el sistema con él. La “transición” ha sido un tema secreto en Cuba, pero a la sugerencia de que Castro es mortal, los cubanos han respondido: “El castrismo vivirá para siempre”.

Es posible que en el círculo interior de líderes tengan algún entendimiento para ejercer la autoridad en forma colegiada. Raúl Castro, el hermano de Fidel y jefe de las Fuerzas Armadas, es considerado como el mejor entre los iguales, pero hasta Raúl ha dicho que ningún sucesor tendrá la influencia en el pueblo cubano como Fidel. Por lo tanto, dice, “los Estados Unidos deben normalizar las relaciones  diplomáticas mientras viva Fidel”. Pero es precisamente “lo que Estados Unidos ha rehusado por 40 años”. El embargo (bloqueo)  es lo que los cubanos llaman a la política americana hacia Cuba que prohibe el trato o comerciar con la isla. Esta política se deriva de la utópica suposición de que cuando Fidel Castro falte, Cuba cambiará para lo mejor. La isla se transformará en una democracia de mercado libre. Los exiliados cubanos luchan –y hasta han persuadido al Congreso- de que se debe permitir el mínimo contacto humano con Cuba, no autorizar trato ni comercio alguno ni con cualquier compañía europea que “trafique”con propiedad nacionalizada. Esta política de los exiliados cubanos le da la oportunidad a Castro para decir que los Estados Unidos amenazan con intervenir con la soberanía y la independencia de Cuba.

La “transición”después de Castro puede ser horrenda. Y si Cuba imita a la comunista Eurasia, esto no será un asunto de indiferencia para Estados Unidos ya que Cuba podría emerger a los días del Presidente Fulgencio Batista como refugio para el crimen organizado.

Lo que Estados Unidos hagan ahora puede afectar la “transición” después de Castro. Debemos de decirle al pueblo cubano que Washington no lo considera como un enemigo permanente; nosotros debemos buscar la oportunidad para establecer lazos personales, intercambios comerciales y diplomáticos con Cuba y cooperar en la prohibición de narcóticos y la justicia criminal internacional.

En particular debemos establecer contactos con jóvenes cubanos en posiciones responsables en el gobierno, departamentos comerciales y universidades. Hay una generación de cubanos que no recuerdan la Revolución, una clase media capaz de edificar una nación próspera. La presente política del gobierno de Estados Unidos diseñada para derribar a Fidel Castro, ha sido un fracaso.

Sobre todas las cosas debemos de buscar los caminos para transformar la imagen de los cubanos exiliados en los Estados Unidos de una amenaza a una promesa –una promesa de un futuro mejor para 11 millones de cubanos que permanecieron en la isla-  basada en la positiva contribución que los cubanos de aquí pueden hacer a la Cuba posterior a Castro. Ellos son una fuente notable de talento, en las artes, en política y más preponderante aún en el comercio y administración de negocios.

La Habana se ha mantenido cautelosa en dar una mano de tentativa reconciliación; su Ministro de Relaciones Exteriores ha dicho que su gobierno daría una bienvenida a una relación más abierta con Cuba, alegando que Cuba recibe a los exiliados que vienen de visita. El artículo de  William D. Rogers termina exhortando a un cambio aquí, en anticipación del cambio que se espera allá.

Lo que los americanos no quieren comprender o mejor dicho el The New York Times, es que con el comunismo no se puede dialogar ni negociar, que tiene que desaparecer en Cuba para que resurja la democracia y la libertad, y si no se actúa a tiempo pronto Venezuela será comunista, Colombia será comunista y los organismos responsables que con tanta indiferencia y pasividad han contemplado la tragedia de Cuba se arrepentirán ante las generaciones futuras y la historia de no haber cumplido con su deber.

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8/20/01

 

 

 

 

 

 

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